18 octubre 2009

Caminar por la orilla




Pierde una mirada, se va... pasó. Pierde los sonidos y sólo queda el eco aquel... "No quiero cerrar los ojos porque no lo puedo creer"... Y pasan las fantasías que son realidades y no hay más intrigas. Sólo quedan vacíos de sueños coloridos, en sueños. Sólo vestida con el esmalte rojo y los labios, se va absorbiendo el instante, torbellino, que no llega a captar. El cabello claro, quien sabe... otros ojos negros o claros tal vez. Todo la envuelve en esa nebulosa que ciega. Y a contar se ha dicho. Contar cada uña pintada, cada instante que pasa, los sueños, los días sin abrazos, como si en el aire estuviera escrito el momento en que se acabarán los días sin abrazos, dedos pintados, sueños. Ahora, sólo el aliento del café y el cigarrillo.

Es un juego peligroso el de la joven sensualidad. No hay más desafíos que el propio, todo resulta tanto más sencillo de lo que debería. Siempre los mismos trucos, siempre los mismos hechizos y la repetición de cada gesto que ya fue probado y reinventado para cada ocasión.
Repetición de bellas miradas, de caricias ausentes. Claramente las miradas difieren. Y cada amor es distinto, también. Pero cada particularidad resulta, a esta altura, cada vez menos interesante. La experiencia enseña más de lo que divierte. Dónde quedaron los desafíos inalcanzables? La vida más pacífica se vuelve necesaria, una orilla en silencio para poder revivir las sensaciones y no ahogarse en el torbellino de peleas perdidas, de guerras salvajes que tiñen de grises, en sueños, las paletas con colores tan bellamente saturados. Pierden al ser que fue, nublan los caminos, empujan al extremo la burbuja del nivel, atraen al fuego que arde y alejan las brisas que entibian la belleza de caminar solo, por la orilla vacía.

2 comentarios:

A veces hay caminos y lugares que se cruzan... contame que pensás vos.