14 agosto 2010

Aquello que no se dice...

Un día de sueño, como cualquier otro. Me levanto de mal humor, por no dormir lo suficiente y por abrir las orejas 15 minutos antes que el despertador me abriera los ojos. Me levanto rápido, perdiendo ese primer mimo de la mañana que tan bien me hace, para apurarme a zambullirme en la bañadera calentita. En un rato me estarían diciendo que el trámite no era ahí, que es allá y yo pensaría en esas cosas que uno piensa cuando ya se cansó de pensar que tal vez en una oficina pública a uno le den la respuesta que se necesita.


Idas y vueltas, de a pequeños instantes. En frío caminando. Las manos duras por esos guantes que como bien me dice él todos los días "no sirven". Pensando y repensado me crucé con Bea, cuando sólo quería llegar a casa. Fuimos en la vida y vinimos entre chistes. Me contó, le conté, y me habló tanto que debe haber necesitado un buen rato para reponerse. Entre su verborragia me encontré con un brillo espejo. Me habló de sus hijos, de los cuales se entera a través del facebook. Y dijo: "¿Sabés que pasa? A veces las madres nos ponemos celosas, y tenemos miedo de que ellos se olviden de nosotras. Pero ellos no se olvidan. Saben que cuando necesitan una madre, yo estoy. Aparte, no los puedo invadir, yo los crié para que fueran libres. Y eso significa que sean libres también de mi."

En cualquier esquina podemos encontrarnos como un baldaso de agua fría aquello que no decimos, esas palabras que resumían todo eso que ya no se explicarle a quienes me preguntan si todo sigue igual. No, no sigue todo igual. Yo entendí una vez más que la gente no cambia. Yo me resigné una vez más a no tener aquello que necesito. Yo me di cuenta que siempre hay algo que a uno le falta. Y que, a menos que el otro quiera aprender, no hay palabras que alcancen para enseñar.

Ayer Bea. Hoy Hec. Le pregunté si él nunca se equivocaba. Me dijo que no. Como me molesta que la gente piense que no se equivoca. A mi también me cuesta reconocerlo, pero se que a veces lastimo a quienes quiero y no hay nada mejor que disculparse. Aunque me cueste tanto a veces. Ya ni se cuanto pasó de la última discusión con ella. Lo que es seguro es que hacía mucho tiempo que no pasaban tantos días sin una de nuestras peleas. Claro, sin hablar es difícil pelearse. Una vez tuve una amiga. Y un día me cansé de esa amistad. Y así como si nada se acabó. Sin peleas, sin reclamos, finalmente en ese momento exacto, en el silencio de nuestra soledad entendimos que ya no había nada por lo que seguir peleando.

Ya ni se cuanto pasó. Decidí dejar de contabilizar hechos de mi vida. Todavía no se cuando se va a terminar esta tregua. Y es tregua porque no puede ser más nada con ella, si es que alguna vez vuelve a ser. Sólo la guerra la hace vivir y así es como te ama y te odia. Pero ni mi dignidad, ni mi salud mental, ni mi tranquilidad han caído tan bajo como para una vez más revolcarme en la arena de ese circo romano. Para dejarme desgarrar por las bestias.

No le encuentro sentido alguno a la reincidencia. Cuanto pierdo al perder? Cuanto gano a su lado? Bea bien dijo: "(...) cuando necesitan una madre, yo estoy." Y cuando yo la necesito ¿Por qué no está?.

04 agosto 2010

Por la ventana y en el bondi

Un momento de la vida. Un instante para alejarme y ver la juventud. Verme mujer. Ver todo el camino que me rodea, que hay que transitar. Saberme conciente y sin embargo verme atada a mi inevitabilidad. Ni una vida, por completo nueva, alcanzaría para aprender de los errores.

En apenas poco tiempo aprendí que no somos ajenos a aquello que nos rodea, nuestra sociedad. Ni siquiera podemos ser un mínimo objetivos ante ella. Somos producto y reproductores. Somos medio y descarte.
Pesa, esta posmodernidad que nos cae encima, que nos aplasta y nos deja pegados al suelo de este tiempo.

Nací creyendo en ideales, creciendo entre aquellos muertos de utopías. Quienes realmente creían en la libertad. Hoy, cuando veo sus rostros muertos vivos, me entristezco. Sólo buscaban justicia nuestros padres y cual truco de magia los barrieron. Nos los quitaron. Nos robaron el futuro, nuestra vida. En el recuerdo no nos los podrán borrar.

¿Qué nos han dejado? A más de uno escuché decir que no creía en la discusión. Sólo esbozan quejas sin compromiso. ¿Sólo esto habremos aprendido?

Claro que si vimos morir a nuestros padres por sus ideas ¿Cuan osados seremos en atrevernos a pensar? ¿Y quién nos convencerá ahora de que los ideales existen?. Es peligroso creerlos. ¿Adonde más nos llevarán si no a la frustración de la realidad?. Sólo una generación frustrada y sin compromisos.

Tal vez, sería más fácil vivir (a pesar de los ideales) por vivir, por lo que nos tocó. Si pudiera ser algo natural. Si viéramos en nuestras manos la herramienta para dar vuelta la hoja, a otra menos pesada.