La gente está obsesionada con mi nariz. Mi papá dice que tengo nariz de botón, por lo que mi amiga Emma cada vez que me ve intenta sacármela al grito de "Ay, esa nariz de botón Barbarita!". Hay un chico que, apenas me conoció, se dio cuenta de que le encantaba darme besos ahí. Mi mamá se enorgullece al ver su nariz reflejada en la mía, lo cual ha sido tema de discusión en la mesa familiar.
La verdad, a mi no me parece tan linda. Pero, también es verdad que uno no aprecia del todo bien sus cualidades.
En realidad, creo que el problema es más profundo: las narices me parecen ridículas. Yo sé que son importantes, que la respiración, que la particularidad de su forma define nuestra cara. Pero, que alguien me explique, quien tuvo la brillante idea de estirarnos la cara (justo en el medio!) y ponerle dos agujeros. Encima eso! Dos! Hubieras puesto uno y listo, más fácil, pero no, el señorito quería dos. Es evidente que el que nos hizo tenía una obsesión con el número dos. Dos agujeros en la nariz, dos manos, dos tetas, dos ojos. Pará un poquito, che!!
Sin dispersarme en las otras ridiculeces de nuestro cuerpo, vuelvo a la nariz. Digo yo, alguien se puso a mirar, arriba del bondi por ejemplo, nariz tras nariz. Son hasta graciosas. Redonda, recta, con montañita, con puntitos, de gancho, se pone roja... se pone verde, tiene pelos! Que asco.
Al final, es un sistema que ya de por sí viene medio fallado, se tapa, tiene gotera. Es una gran falla en el medio de nuestra cara.
El que nos hizo podría haber sido mas minimalista y dejarnos lisos.
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