Una vez en el ascensor pensaba asqueada en escenas de las horas pasadas. El colapso comenzó a las 3 a.m. ¿Fue el llanto de una niña lo que cambió el desenlace de las cosas? ¿Fue un padre que no pudo enseñar a sus hijos cual es el bien y cual es el mal? Un maestro que no puede enseñar todo. Un hombre, simplemente.
No podía dejar de pensar en las apariencias que faltan a la verdad y a la charla sobre la verdad que tuvo con sus amigos, entre copas. La sed de justicia exacerba cada una de sus posturas.
Si lo que uno ve es la propia verdad, cuando llega el desengaño puede decirse que lo que antes se creía no era cierto. Pero se es víctima de la certeza y uno actúa y decide en base a esa realidad. Se materializa en los propios actos. Ahora bien, si los hechos de un otro se toman como la verdad, podríamos decir que la verdad es la realidad. Sin embargo, frente a una misma realidad las personas podemos tener distintas interpretaciones. Inclusive una misma persona puede considerar las cosas de forma distinta de acuerdo a lo que ha aprendido, vivido, etc. Por lo tanto, la realidad sólo es teórica y la verdad no existe. O mejor aún, existen millones de verdades, por lo que la verdad pierde lo absoluto de su definición y su propio espíritu.
La venganza debe morir para dejarnos vivir, habló él. Quizás la venganza es un parásito aferrado sin el que no podemos respirar. Si en la noche la niña no hubiera llorado, no podría haber llevado a cabo la venganza que sólo la deja dormir una hora en la noche. Una venganza que hasta su propia pequeñez no la dejó ver venir. La infancia a flor de piel, su histeria, la perversión, juegos miserables.
Fueron dos caras, la del amor y del odio, la mujer transfigurándose a hombre, la lejanía de los cuerpos, voces que apenas se alcanzan a escuchar.
"Sólo fui un muñeco en este lío tan vacío, que se llenó de agua podrida.", dijo.
"Hay placeres que en esta vida no se saben disfrutar.", pensó él.
El aroma infecto de palabras que esta mañana no saben enseñar. Resabios de vino que ya perdió su alma entre tus dientes de oro.
No había nada que deseara más que aquel auto llegará por fin a destino, después de ese viaje por demás largo. El aliento todavía le traía recuerdos, esos que no iba a poder borrar ni siquiera con el jabón con el que se lavó la cara.
Wow..vértigo, el filo de la forma lleva y sitúa, marea la cercanía que tensa...
ResponderEliminarSaludos Maga
Que jodido, si. Hay que mirar dos veces, antes de abrir las puertas y subir a los autos de vorágine.
ResponderEliminarSaluditos Maga.
Circoon, fue puro vertigo. Se me salió sin filtro decantando algunas extrañas amarguras...
ResponderEliminarXaj, aunque se mire dos veces, no siempre hay ojos para lo que uno no espera ver...
Besos afectuosos para los dos!
Coincido, la verdad no existe, por eso todos tenemos algo de razón.
ResponderEliminarEs muy fluido y profundo tu relato, su manera de mostrar los hechos y analizarlos me encantó.
Un beso.
Me alegro que le guste, navegante. Saludos!
ResponderEliminaresta barbaro el relato, muy lindo para leerlo, de forma ligera, y se deja pensar de forma profunda...
ResponderEliminarun abrazo!!!