Hoy me desperté y el sol me hizo acordar algo que esta por pasar. No me refiero a las 24 primaveras que están por llegar, tan exactas este 21 de Septiembre, que espero con ganas y me deja con tanto agotamiento. Me refiero más que nada a ese despertar con olor a verano entrando por la ventana, las ansias de calor con aroma a flores y café con leche. Tan hermoso despertar...
Cuando iba viajando vi en una casa muy moderna de Palermo, una ventana niña con dinosaurios pegados. Y no pude evitar sonreir y recordar cuando a mi también me gustaban los dinosaurios y los pegaba por todos lados. Llegué como todos los días al andén del tren. Allí había un viejo, con sus dedos carcomidos por los años, con ese semblante tan sombrío... estaba parado en la esquina del sol. Uno de los mejores momentos de su día. Y me acordé, y me reí una vez más, porque ayer en plena calle una nena de no más de 3 años, caminaba de la mano de su abuela, que los años encogieron hasta dejarla hecha un nudo de más de ocho décadas, con esa nenita a su lado casi de la misma altura.
Y pensar que sólo yo voy a recordar ese instante dentro de, digamos... unos 5 años (con suerte). Lo inmortalizo en un papel, uno más que se pierde en un río de papeles. Una nena con una vida que no recordará el resto de su vida y una vieja con uno de los más bellos amores en sus manos que pronto ya no podrá agarrar.
Siempre sale el sol, siempre vuelve. Todo empieza una y otra vez. Las mismas olas bajo el mismo sol. Rompen las olas y si estás allí, en ese instante, cuando se acerca el ruido y la adrenalina va aumentando, ya no hay nada que la pueda parar, te envuelve, girás sin control y pronto recobrás tu cuerpo, abrís los ojos, sólo nubes de agua y arena, y el sonido del caos que pasó, lejano... el vacío dentro del agua, el silencio del mar.
A lo lejos, en una escollera, se aman por primera vez dos enamorados. En sus vidas, en la única vida. En el momento en que la luna los deja de cuidar como niños, las olas los cubren para que exista ese instante único, como cada inspiración con aroma a flores, y que nadie recordará más que los dos niños amantes y estas hojas, verdes, que nacen con la primavera.
Querida Maga, la vida son solo instantes milagrosos que justifican los otros. Un gran beso.
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