16 febrero 2010

...y aprendí que siempre la costumbre va a matar al placer...

Cuando el orgullo ya no se da por aludido, todo alrededor es más fácil. Las astillas ya no quedan clavadas, las palabras se lavan y cada frase escuchada mil veces ya no resuena como eco. Cuando ya nada importa, ni siquiera una caricia de más, sólo pienso en las lucecitas que se ven por la ventana como pequeños flashes espaciales en un cielo borroso y en los angelitos que no por crueles, si no por miedosos, no se echan a volar.
Cuando ya no se piensa en el mañana tan deseado y tan inconveniente a la vez, hay siempre alguien que te recuerda aquello que no pensaste. Como si recostarse a dormir fuera más que eso, o besarse fuera más que eso, o volar de esta forma, bien lejos, me dejara alguna chance de librar mis pensamientos.

Por un momento sólo quise huir para resguardar aquello que ya no me importa. Me acordé, ya no importa, fue sólo un capricho del orgullo.

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