El acero está frío. Brilla.
"Dale, soltame las cadenas" dice. "Contame al oído que es lo que te gusta de la libertad y te suelto" le responde.
Quiero escuchar ese cuento que ya no se contar, ver por la línea de tus ojos como es cantar. Tal vez puedas hacer eso para mi, haceme vibrar, que tenés escondido allí? Tus juegos son como los míos? Ya me aburren algunos juegos.
Ya sabés como me enojo, sabés que iría rompiendo las ventanas a los golpes, sólo para ver el cristal estallar y ver como la sangre brota de mis manos. Tan dulce es la sangre y más dulce lamer las heridas. Con una mirada podría... claro, si yo fuera algo así como un superhéroe, podría lanzar rayos de fuego y... Qué? No te gustan mis juegos? Y si entonces no te suelto? No me gusta que juegues conmigo, eh!
Ya sabés cual es el sabor del metal. Ay, como les gustaba el sabor. Lástima que ya nadie quiera compartirse. Bueno, está bien, ya se que soy un poco extremista, pero me siento un poco solo acá. Esas pibitas no me entendían, yo se los quería explicar, pero no se callaban...
Allí, recostado, el ser humano descansa. Mira el techo blanco de su habitación más blanca. Se cierra la puerta, se va alejando la cámara por el pasillo del hospital oscuro. Nosotros ya sabemos que sigue esposado a la cama. En la ficha médica el diagnóstico se fue borrando con el paso del tiempo y ya quedó amarillento. Más abajo se lee:
"Observaciones: 06/11 Sigue hablando solo, cree que hay alguien más allí. Por momentos habla con sí mismo, pero no puede diferenciarse de otras personas. Sigue esposado para que no vuelva a herir a otras personas, o a sí mismo. Es altamente peligroso.
Tratamiento: No tiene, sólo esperar que muera."
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