04 febrero 2011

un día, dos desconocidos...

El sol pega fuerte esta mañana. El sueño también. Ya va más de una semana que no me tomo recreos para dormir entre largas jornadas. "Decime que no fue un sueño" fue lo primero que pensé al despertar. Toda una vida tratando de encontrarte y hoy sólo pido que no haya sido un sueño.

Levantaste tu copa y entre kilómetros de vida de distancia, entre personas que pasaban por la plaza esa tarde ya oscurecida, entre la música y los coros, entre los murmullos, el humo, el fuego... brindaste conmigo. Ahí, en ese momento, en que tu brindis me sacudió como una ola que sólo pasó por mi cuerpo. Enmudecí, aunque entonces no conocías mi voz. No logré levantar mi copa porque los nervios no me dejaron mover las manos. Ahí empezaste a sorprenderme, para nunca dejar de hacerlo. Arrepentida por perder el control de mis manos te miré y entendiste que sólo quería que me rescates de mi.

"Hola. Lucas. Vos?" Me dijiste nervioso. Pienso que tenías tanto miedo como yo de que, una vez más, no fueras vos la persona que deseaba tanto que fueras. Tomé aire y empecé el show. No duró mucho, porque en segundos quise contarte todo y escuchar todo. En segundos cayeron todos los muros, se terminó el show y empezamos nosotros. Entendiste que ese día, desde el primer instante en que tu sonrisa a lo lejos se hacía una con la mía, había un camino que nos llamaba para hacer juntos.

Me pareció que sería un gran desafío para esta vida enamorarnos, a pesar de esa extraña creencia sobre el amor, que "es muy difícil encontrar el amor a esta edad, las personas cambiamos mucho". En ese momento te leí hasta las más profundas de tus verdades. Me seguiste, me miraste y me dijiste algo sobre una maldición trágica. Y entre risas pensé la suerte que tuve de encontrarte para que me salves del hechizo. En la suavidad de tus caricias, me abrazaste por la cintura y me perdí en tus labios. En el calor de tu piel, entre el ruido y las luces de una ciudad en plena danza. Ahí nomás en una hermosa esquina de Buenos Aires me diste tu mejor mirada y me regalaste para siempre tu boca.

Ahora, en una mañana cualquiera, de un año cualquiera, todo empezó a tener sentido. El aire se transformó en pintura de colores, y ya no respiro, sólo nado, sólo floto y la marea me lleva siempre hasta vos.
Un día cualquiera, que entendí que buscar no significa encontrar, y que encontrar se acerca más a un regalo inesperado que a algo que podamos modificar con nuestras manos. Que amor no significa costumbre, que sentir no se construye, simplemente pasa. Ese día cualquiera me olvidé de todo, me abrazaste hasta el alma y no lo pude evitar. Y ya no hay nada que quiera evitar al lado tuyo.

Cómo explicar lo que se siente? Me pasé la vida tratando de explicar cosas inexplicables con palabras tan cortitas, tan chiquitas al lado de lo que pasa en nuestro interior, y cuando me aburrí, cuando creí entenderlo todo, volví a sentir y deje de entender. Este amor que invadió cada instante, esta loca necesidad de besarte, aunque ya no vuelva a dormir. Pero es tan hermoso despertar y encontrarte, tal vez, valga la pena dormir.

Todavía resuena el eco de tus besos en mi boca y tu mirada pidiéndome que te haga feliz. Hablando de un para siempre que no puedo cuestionar, porque siento que te conozco de toda la vida y eso es el amor. Es como sacarle un velo a algo que estuvo escondido, pero que siempre supe que llegaría. Siempre supe que llegarías a mi vida, aunque no supiera tu nombre, tan sólo una sonrisa me iba a bastar para reconocerte. Y en cuanto llegué a tus brazos supe que ya no me faltaba nada. Sólo espero no despertar nunca del mejor sueño que me tocó vivir.

23 octubre 2010

Nada para hacer solo...

Por tratar de explicarme casi me comparé con un personaje de fantasía. El reflejo de la irreal forma de verme que tengo. Casi trato y casi pierdo en cada intento de tratar de entender. Traía tanta sombra que la noche parecía deshacerse en mi mirada, me canta Rally. Y estoy tan triste que ya no puedo ni explicarlo, porque explico y digo que estoy bien, pero no me sale decir como estoy, decir la verdad. Y estoy bien y mal, y mal y bien. Y todo vuelve a empezar. Qué quiero? Quiero eso, pero sin tanto de aquello, pero sacando lo otro, pero no entra en el molde. Bueno, no se, no quiero nada. Agarro la goma, borro los últimos cuatro meses y sigo. Total, hasta donde voy a llegar intentando intentar algo que no me sale. No me sale nada, no me sale tratar bien, no me sale decidir, no me sale dormir sin abrazo, no me sale verte y no sentirte. Nadaaaa...

Eso es lo que tengo....

La nada. Otra vez.

Justo cuando pensaba que tenía algo. Y ese algo me hacía tan feliz ahora que lo pienso. Pero soy tan infeliz que disfruté nada... poquito... apenas un par de pelos de mi flequillo despeinados. Y me duele el vacío, me duele que esté mi alma tan cerrada. Tengo una tristeza que me pesa tanto en los párpados y se cierran y los abro y lloro y los cierro y los abro y sigo siguiendo.

Y entonces me da tos, otra vez, y toso todo lo que no puedo decir y aunque lo diga, para qué? Si te digo que te extraño y para qué? Si te hago peor, ya se, pero que ganas de abrazarte hoy... Y no aguanto tus ojos que ni me quieren ver... y en lo único que pienso es lo fuerte que me agarraste la cabeza contra tu pecho, en el último abrazo que me diste. Creo que estabamos tan lejos y entre tanta tristeza hacía mucho que no me sentía tan cerca tuyo.

Y tengo dos sensaciones en mi memoria, ese abrazo y una sonrisa tuya. Cuando me mostraste tu alegría por amarme. Esa sonrisa, nunca había visto tanta felicidad en una.

Se acabó la música... Tal vez se acabo todo... Tal vez tengo tanto miedo de sentir otra vez este dolor que me hace paralizarme y esperar... Esperar a que pase el dolor, esperar a olvidarte, esperar que se borren las marcas y empezar de nuevo. Ahora, vuelvo al mismo lugar de antes, vuelvo a poner pausa. Vuelvo a temer y sigo haciendo con vos lo mismo que hice siempre con vos, nada.

14 agosto 2010

Aquello que no se dice...

Un día de sueño, como cualquier otro. Me levanto de mal humor, por no dormir lo suficiente y por abrir las orejas 15 minutos antes que el despertador me abriera los ojos. Me levanto rápido, perdiendo ese primer mimo de la mañana que tan bien me hace, para apurarme a zambullirme en la bañadera calentita. En un rato me estarían diciendo que el trámite no era ahí, que es allá y yo pensaría en esas cosas que uno piensa cuando ya se cansó de pensar que tal vez en una oficina pública a uno le den la respuesta que se necesita.


Idas y vueltas, de a pequeños instantes. En frío caminando. Las manos duras por esos guantes que como bien me dice él todos los días "no sirven". Pensando y repensado me crucé con Bea, cuando sólo quería llegar a casa. Fuimos en la vida y vinimos entre chistes. Me contó, le conté, y me habló tanto que debe haber necesitado un buen rato para reponerse. Entre su verborragia me encontré con un brillo espejo. Me habló de sus hijos, de los cuales se entera a través del facebook. Y dijo: "¿Sabés que pasa? A veces las madres nos ponemos celosas, y tenemos miedo de que ellos se olviden de nosotras. Pero ellos no se olvidan. Saben que cuando necesitan una madre, yo estoy. Aparte, no los puedo invadir, yo los crié para que fueran libres. Y eso significa que sean libres también de mi."

En cualquier esquina podemos encontrarnos como un baldaso de agua fría aquello que no decimos, esas palabras que resumían todo eso que ya no se explicarle a quienes me preguntan si todo sigue igual. No, no sigue todo igual. Yo entendí una vez más que la gente no cambia. Yo me resigné una vez más a no tener aquello que necesito. Yo me di cuenta que siempre hay algo que a uno le falta. Y que, a menos que el otro quiera aprender, no hay palabras que alcancen para enseñar.

Ayer Bea. Hoy Hec. Le pregunté si él nunca se equivocaba. Me dijo que no. Como me molesta que la gente piense que no se equivoca. A mi también me cuesta reconocerlo, pero se que a veces lastimo a quienes quiero y no hay nada mejor que disculparse. Aunque me cueste tanto a veces. Ya ni se cuanto pasó de la última discusión con ella. Lo que es seguro es que hacía mucho tiempo que no pasaban tantos días sin una de nuestras peleas. Claro, sin hablar es difícil pelearse. Una vez tuve una amiga. Y un día me cansé de esa amistad. Y así como si nada se acabó. Sin peleas, sin reclamos, finalmente en ese momento exacto, en el silencio de nuestra soledad entendimos que ya no había nada por lo que seguir peleando.

Ya ni se cuanto pasó. Decidí dejar de contabilizar hechos de mi vida. Todavía no se cuando se va a terminar esta tregua. Y es tregua porque no puede ser más nada con ella, si es que alguna vez vuelve a ser. Sólo la guerra la hace vivir y así es como te ama y te odia. Pero ni mi dignidad, ni mi salud mental, ni mi tranquilidad han caído tan bajo como para una vez más revolcarme en la arena de ese circo romano. Para dejarme desgarrar por las bestias.

No le encuentro sentido alguno a la reincidencia. Cuanto pierdo al perder? Cuanto gano a su lado? Bea bien dijo: "(...) cuando necesitan una madre, yo estoy." Y cuando yo la necesito ¿Por qué no está?.

04 agosto 2010

Por la ventana y en el bondi

Un momento de la vida. Un instante para alejarme y ver la juventud. Verme mujer. Ver todo el camino que me rodea, que hay que transitar. Saberme conciente y sin embargo verme atada a mi inevitabilidad. Ni una vida, por completo nueva, alcanzaría para aprender de los errores.

En apenas poco tiempo aprendí que no somos ajenos a aquello que nos rodea, nuestra sociedad. Ni siquiera podemos ser un mínimo objetivos ante ella. Somos producto y reproductores. Somos medio y descarte.
Pesa, esta posmodernidad que nos cae encima, que nos aplasta y nos deja pegados al suelo de este tiempo.

Nací creyendo en ideales, creciendo entre aquellos muertos de utopías. Quienes realmente creían en la libertad. Hoy, cuando veo sus rostros muertos vivos, me entristezco. Sólo buscaban justicia nuestros padres y cual truco de magia los barrieron. Nos los quitaron. Nos robaron el futuro, nuestra vida. En el recuerdo no nos los podrán borrar.

¿Qué nos han dejado? A más de uno escuché decir que no creía en la discusión. Sólo esbozan quejas sin compromiso. ¿Sólo esto habremos aprendido?

Claro que si vimos morir a nuestros padres por sus ideas ¿Cuan osados seremos en atrevernos a pensar? ¿Y quién nos convencerá ahora de que los ideales existen?. Es peligroso creerlos. ¿Adonde más nos llevarán si no a la frustración de la realidad?. Sólo una generación frustrada y sin compromisos.

Tal vez, sería más fácil vivir (a pesar de los ideales) por vivir, por lo que nos tocó. Si pudiera ser algo natural. Si viéramos en nuestras manos la herramienta para dar vuelta la hoja, a otra menos pesada.

09 junio 2010

Tratado de amor y libertad

Esta noche le hablo al reloj de arena, a la inevitable fuerza de las olas. Esta noche le hablo al oído de la inconciencia. Esta noche te pido que me permitas anhelar abrir los ojos en la noche y verte en mi almohada. Que me dejes descubrirte y encontrarte. Le pido una tregua a la conciencia.
Escuché que al final me acostumbraría. No me dejes acostumbrar, que no hay nada tan bello que ver el amanecer del amor cada día. Vivir cada uno como el único. Enamorarme cada mañana. Que sean como en sueños los futuros amaneceres.
Firmemos con el rocío un tratado de amor, que dure 24 horas, y que cada firma matinal me permita elegirte nuevamente para compartir el sol, compartir la luna.
Recordar no ahogar los placeres tangibles de hoy por palabras que son aires de mañana. Recordar que debo pensar hasta donde sirve. Recordar debo dejar de pensar, ahí donde me hace mal.
Quiero vivirte cada segundo, no perderme de estas huellas que empiezan a aparecer en el camino. Pisemos firme, pisemos juntos, acompañemos la brisa y nuestros cuerpos, que mañana ya sabremos como hacer.

04 junio 2010

Las voces en el camino

Mientras del otro lado de la ventana una mujer revolvía la basura de la vereda buscando pedazos de papel, un tipo se despegaba un envoltorio de alfajor, del zapato y lo tiraba a la calle, con la intención de mantener limpia la vereda de su bar, no así el cordón de dicha vereda. Jorge terminaba su tercer "Buscaminas" en la computadora del locutorio a la que iba un rato todos los días, cual bar al que se va a pensar entre un mar de solitarios peces. Pensaba en la sesión de terapia y se reía (levantando sólo de un lado la boca), rememorando la mirada atenta de su psicólogo enfrente, mintiéndole descaradamente, como un juego, como un chico. Desde hacía un año iba al mismo psicólogo y le había inventado una fantástica historia de un señor con una mujer, con unos hijos, con problemas, con trabajos esclavos y una serie de "normalidades" que seguramente el licenciado escuchaba en grandes cantidades a lo largo de la semana. Sólo que esta historia no tenía ni una sílaba de verdad. Jorge no era marido de nadie y si tenía que elegir, seguro que su mujer no sería mujer. Desde los 11 años supo que la mujer no era más que una madre ausente, una abuela desconocida y una serie de maestras conservadoras en la escuela pública del barrio. Si se trataba de amor, en ese caso, tendríamos que hablar de hombres.
"Mina", perdió el juego. Pagó $ 1,50 y se fue, guardando el vuelto en el bolsillo. Ya estaba llegando el invierno, así que estaba un poco contracturado por el pesado abrigo que empezaba a sacar, cada vez más seguido, del ropero. Camino por el empedrado, por el asfalto frío, por la vereda ya sin mesas del bar de la esquina. La luz blanca tenue del farol caía como rocío en sus hombros y, ya a esa hora, compartía la calle con los jóvenes de la esquina que se juntaban a hacer nada junto a una cerveza, como todos los días, como todas las vidas. Los negocios ya con sus candados, los colectivos cada vez más brillantes, como pájaros felinos que salen en la noche a caminar por la tierra, a pisar las huellas del día, a volver en el tiempo.
Volver en el tiempo era lo que hacía cada una de las noches. ¿Por qué no lo hablaba en terapia? Tal vez ya no creía encontrar respuestas, quizás no las necesitaba, pero no era lo suficientemente valiente para sofocarse en esas fantasías de otras vidas encastradas en sus pensamientos. O quizás, simplemente necesitaba hablar.
Recordaba, mientras iba, la frase que él le dijo la otra noche: "no quiero seguir siendo tu amigo". Claro, él quiere algo más. Pero no sabe que estoy enfermo.
A él le gustaban las sorpresas, así que más de una vez sorprendió a Jorge. Pero esa vez, su ansiedad lo hizo volverse evidente. "Vení a casa, que preparo algo para los dos y de paso charlamos un poco, ¿Dale?".
Jorge camino las doce cuadras como si lo que se moviera fuera la escenografía pasando detrás suyo, como si al pisar adelante se quedara en el mismo lugar. Le parecía todavía oír la palabras últimas de ese hombre que antes de irse con esa otra, distinta a su madre, le dijo que nunca sería feliz, que la vida era miserable y que la suya así sería. No se equivocó. Aunque poco escuchó a su padre en la vida, la sabiduría de sus años se condensó en esas palabras finales.
Cuando era más joven sabía que había riesgos, pero con la gente que se juntaba no tenía de que preocuparse. Esas cosas no circulaban por ahí. Hasta el día que el análisis le dijo que se había equivocado y que su vida sería, como bien auguró aquel hombre, miserable. Hacía mucho que no salía con otros hombres, porque ya se había cansado de ver como se iban por la puerta después de confesar su verdad. Ya se sentía humillado y con bronca salió en busca de uno al que no le diría nada. Y si se descuida, que se joda, ya es grandecito y es su responsabilidad. Pero no siempre se puede planear y esa vez el plan le salió mal. Convencido de hacer miserable a alguien más, salió y lo encontró a él, que con toda su ternura lo hizo olvidarse de todos esos fantasmas y de pronto no todo parecía tan miserable. Pero en esas cuadras, lo escuchó una y otra vez, como un disco rayado después de esa frase y sabía que si se confesaba todo volvería al mismo gris oscuro. En cada paso, piso cada uno de sus sentimientos, pasó con la mirada gacha para no ver aquellas vidas que por el costado lo miraban de reojo, pensó cada una de las palabras que le diría a él, que lo lastimarían a él, la noche que develaría los más puros sentimientos y como, sin preámbulos, destruiría esos claros sentimientos, sin piedad. Si iba a ser miserable, no valía la pena hacérselo a otra persona. A algunos simplemente no les toca ser felices.
La luz estaba prendida, se sentía el calor desde la puerta, seguramente venía del horno, junto con ese olor maravilloso de cena casi lista. Él abrió la puerta, lo miró con los ojos entre cerrados por el espacio que ocupaba en su cara la más bella sonrisa. Jorge lo miró y entró.

03 mayo 2010

No me alcanza

"Alcanza?"

"No", te dije. "No alcanza. No me alcanza".

No me alcanza ver a través tuyo y sentir ese hondo vacío. No me alcanza saberte final, me excede la crueldad. Tal vez soy tonta, tal vez creí cada una de las olas que te abruman. Hasta que amaneció y vi las olas que a todos abruman y me pregunto si para todos será tan difícil vivir. Todos vivimos con problemas. No. No me alcanzan tus ojos desvaneciendo y los míos sin pestañear.

Tu mirada fue aquello que perdí y eran los únicos ojos por los que me perdería. Los únicos que espere que me miraran. Y hoy me miran y no me alcanza. Me trae mares de melancolía verme reflejada en vos, verme caída en el engaño una vez más. Tus palmas vacías para mi. Nunca espectadora de aquella mirada de cariño. Mi amistad como la ironía que nunca sabré decir. Tu sinceridad como puñal. Es que no lo viste? Y no... la indiferencia mata. Y mata.

Sólo las angustias que avasallan tu conciencia, sólo aquello que te abandona es lo que está latente en cada una de tus mañanas. "Me abrazás?" Te abrazo, sabiendo que te doy todo lo que necesitás de mí, sabiendo que no hay nada que puedas darme. Sabiendo que mi instinto, que por demás me pasó factura por mis errores, desea esperarte. Pero anoche me di cuenta que ya dejé de esperarte, que hoy a diferencia de ayer, pude darme cuenta que ni los mejores besos que me han dado me pueden retener, porque hoy se que valgo más que ayer. Porque quisiera ser yo para vos y que fueras vos para mi. Pero yo no existo en vos.

"Seguro de nada sirve mi amor..." dice la canción.




"Como un último acto de amor, te dejo ir." dijo ella.